11 mayo 2006

Periodismo, presiones electorales y la dignidad de los profesionales de la información

No quería hacerlo, pero al final no me queda más remedio que meterme en este berenjenal. No bajan las aguas claras entre el sector político granadino y, los medios de información están bastante contaminados. No es necesario que argumente mucho esta afirmación porque son muchos los ciudadanos que, desde hace años, vienen alertando de esta evidencia. El periodista debería ser un profesional de raza, entendiendo como tal a una persona que trabaja en los medios por vocación, y vocación de fuerte carácter social y de servicio.
Un periodista de raza es aquel que no se deja influir por las presiones políticas. Que sabe mantenerse al margen de los intereses partidarios. Que informa sobre todos los temas que interesas a la sociedad en la que vive.
Un periodista de raza es el que busca la verdad detrás de cada historia y no se doblega a la hora de informar.
Un buen periodista puede y debe tener una relación cercana y fluida con los políticos pero nunca tan comprometida como para poner en peligro su libertad de expresión y sobre todo, el derecho de las personas a estar informadas con rigor.
Todo esto es muy bonito pero la realidad es que el mundo del periodismo se ha deteriorado tanto que esos periodistas, al menos en Granada, no existen, y siento tener que decirlo.
La información se cocina y mucho. Hay un amplio grupo de profesionales de los medios que se han convertido en cocineros y cocineras de noticias. Suelen ocupar cargos de responsabilidad en las redacciones. No salen mucho a la calle y tienen un marcado sesgo político. Ponen titulares en las informaciones de los redactores que están a su cargo antes incluso de que se produzcan los acontecimientos o las declaraciones. Juegan con los espacios y los tiempos. Aprovechan al máximo la rentabilidad que puede deparar una información al generar un impacto importante en la opinión pública.
No llegan a asumir la dramática máxima de “No dejes que la realidad te estropee una buena noticia” pero sucumben a diario en otra más sibilina pero igual de maligna: “No dejes que la realidad reste fuerza a tu gran titular”.
La presión que ejercen en los plumillas es fuerte. Tanto que para un buen periodista de raza resulta insoportable. De esa forma, durante los últimos tiempos los buenos periodistas han sucumbido o se han retirado para dedicarse a otros menesteres. Y así le luce el pelo a la profesión en esta ciudad y en buena parte de la geografía española.
Todo esto que cuento es muy fuerte. Se puede matizar, lógicamente, y hay aspectos que no están tan mal como puede parecer tras esta descripción. Sin embargo, negarlo sería mentir, y eso no está bien.
Con la proximidad de las elecciones municipales (queda un año) los partidos han ido tomando posiciones, la actividad se ha multiplicado, todos quieren salir mucho y bien. Es lógico. Pero la presión, las llamadas, los favores, entran en escena. Los palos, las interpretaciones y los enfrentamientos pasan a un primer plano y ahí, los cocineros, se ponen las botas a costa de la mermada honradez de los redactores que tienen a su cargo.
Se mezcla la opinión con la información y entonces se puede llegar a defender como a verdaderos y auténticos profesionales de la información a personas que no se limitan a informar sino que hacen causa propia los asuntos que abordan. Tan ridículo es defender como periodista de la información a Federico Jiménez Lozanitos (COPE) como al más cercano Agustín Martínez (SER Granada) los dos se ceban calificando como les brota a los diferentes políticos o responsables sociales en el tiempo consagrado a la información pura y dura.
También los jefecillos de las redacciones quieren su cuota de poder y no dudan en dejar su sello en las noticias. Hacen del periódico diario su peculiar batalla diaria y satisfacen rencillas personales y piques con matices y enfoques que saben que escocerán a sus víctimas.
Locutores locales frustrados porque les habría gustado ser locutores nacionales pero no les reconocen ese mérito.
Directores de medios que querrían ser jefes de gabinetes de ministros, o de consejeros.
Jefes de sección que querrían ser jefes de prensa de ayuntamientos.
Redactores jóvenes que querrían ser buenos periodistas pero que se encuentran atados de pies y manos porque tienen que satisfacer los intereses de sus jefes que, a su vez, necesitan hacer méritos ante sus mentores para llegar a ese puesto tan ansiado en el que luego se deprimen porque quieren conseguir desde allí que los periodistas traten las noticias como Dios manda, es decir, como a ellos les gustan.
No es fácil encontrar la solución a este desequilibrio pero habrá que buscarla.

1 comentario:

IVAN REGUERA dijo...

SI LA RESPUESTA NO ESTÁ EN INTERNET, NO HABRÁ RESPUESTA JAMÁS. BUEN POST. NECESARIO POST.